Durante la clase del lunes, y en consonancia con el tema que estábamos tratando, estuvimos debatiendo sobre la necesidad, o no, de realizar una programación. Pudimos ver dos modelos de programación que nos mostraban dos maneras distintas, pero iguales en base, de planificar un curso escolar. 
   En un principio nuestro grupo agrupó ideas positivas y negativas que nos sugería el hecho de programar. Entre las positivas estaban: la necesidad de saber qué se va a hacer para prever y solventar situaciones que puedan surgir en el aula, volver atrás y poder modificar actividades o dinámicas que no funcionen o poder ofrecer a la comunidad educativa un material para compartir y contrastar. Las negativas, por su lado, consistían en la visión cerrada que tenemos del documento, la no adecuación a la realidad, el hecho de que esté elaborado sin tener en cuenta las necesidades y características del grupo- aula y la percepción de que no es comprensible y, por tanto, de que no cumple su finalidad. Todas estas opiniones son la base sobre la que se podría construir una programación, potenciando los aspectos positivos y teniendo en cuenta los negativos para no caer en ellos. 
   Por tanto, en nuestro grupo pensamos que SÍ es necesario programar porque la programación es un elemento importante a la hora de planificar y organizar nuestro trabajo en el aula. Partiendo de esa necesidad basaríamos la programación en tener unos objetivos claros, en la flexibilidad de la misma, en su adecuación al entorno y las características del centro y del alumnado, en cumplir la legislación vigente y en convertirla en un documento de consulta y revisión que ayude a mejorar la práctica docente.
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