Este es el nombre dado a la actividad realizada en clase, basándose en las funciones de Propp (Vladimir). Dinámica del juego:
2 cartas de personaje. 1- Ordenación de la historia.
1 carta de objeto. 2- Elaboración de un guión.
1 carta de lugar. 3- Narración oral de la historia (grabación).
1 carta de aspecto. 4- Redacción de la historia (publicar en el blog).
1 carta de evento.
1 carta de aspecto. 4- Redacción de la historia (publicar en el blog).
1 carta de evento.
1 carta de final (opcional).
Elementos puestos en juego en esta actividad:
-Marcadores textuales: inicio/fin; temporalidad/orden de los acontecimientos; espacialidad; causa/consecuencia/finalidad.
-Estructura textual: inicio/presentación; nudo/desarrollo; desenlace/final.
-Elementos lingüísticos: sustantivos, adjetivos; verbos; conjugaciones.
Este es nuestro cuento:
Elementos puestos en juego en esta actividad:
-Marcadores textuales: inicio/fin; temporalidad/orden de los acontecimientos; espacialidad; causa/consecuencia/finalidad.
-Estructura textual: inicio/presentación; nudo/desarrollo; desenlace/final.
-Elementos lingüísticos: sustantivos, adjetivos; verbos; conjugaciones.
Este es nuestro cuento:
LA
ALDEA
Había una vez una aldea que no tenía lugar en el mundo. Era una aldea secreta. Nadie conseguía permanecer en ella más de un día. Pero ese día en el que la aldea surgía, se podía cumplir en ella sesenta años. Era un día desbordado de vida. Y ese era su gran tesoro: vivir solo un día.
El sabio conocía aquel bosque como la planta de sus pies, sus claros, sus oscuros, su altura y su anchura, su fuerza y su debilidad. Había transcurrido por él más de lo que hubiera imaginado. Día tras día acudía a él como si se tratara de una cita a ciegas. Buscaba y esperaba. Pero aquel día el bosque era algo más, contenía otros ruidos e incluso otros sabores.
De pronto, sí, allí estaba el niño mirándolo con más preguntas que ojos.
-Me gusta recorrer el bosque, aprenderlo y siempre te veo, día tras día, en el mismo lugar callado, inmóvil, expectante. Nunca me he atrevido a acercarme a ti por no molestar tu silencio. Sin embargo, hoy he sido osado y aquí estoy, rompiendo tu silencio.
Dijo el niño, a lo cual el sabio contestó:
-Cuando miro el bosque, espero. Ya me he cansado de buscar.
-De buscar, ¿qué? Un animal, una seta, un encuentro…
-No, nada de eso, persigo la aldea.
-Conozco muy bien este bosque y puedo asegurarte que no existe ninguna aldea en ninguno de sus rincones.
-Escucha, cuando tenía más o menos tu edad el bosque se convirtió en mi guarida. Descansaba y crecía en él. Un día como otro cualquiera cuando deambulaba por sus laderas, apareció. Primero vi una bruma imprecisa que pretendía ocupar la ladera y, seguidamente, surgió precisa, nítida, fantástica. Era la aldea. Corrí hacia ella con esa curiosidad innata que mueve los pies de un niño y acudí hasta sus lindes. Jamás podré describir el tesoro que descubrí en ella. Viví esos instantes como aventuras soñadas. Salí corriendo de allí para contar a todos lo que había encontrado: la aldea con un tiempo y un lugar ajenos a la realidad. Cuando llegué a mi pueblo, la gente estaba muy ocupada o muy cansada para acercarse al bosque y no me siguieron. Yo fui, sin embargo, ya no la encontré. En su lugar estaba la misma ladera pero vacía y oscura. Desde entonces espero que vuelva a mi vida esa aldea.
Cuando concluyó su historia se marchó despacio, mirando con su espalda la ladera, consumiendo hasta el último momento de confianza. El niño se quedó sentado en el mismo lugar que el sabio, observó y esperó con el intenso deseo de descubrir la aldea. Esa aldea secreta que guardaba ese tesoro. Y como pasó hace sesenta años, apareció, misteriosa, envolvente, sugerente. El niño se adentró en sus calles recordando las palabras que el sabio le había contado. Vivió todo aquello que soñaba. Anocheció y corrió por el camino que había recorrido el sabio con la intención de llevarlo ante su aldea. Llegaron tarde, ésta se desvaneció, en un solo día. Sentados, callados, inmóviles y expectantes imaginaron la aldea. Los dos amaban aquella aldea ambulante en el tiempo que guardaba bien su tesoro. Con tal intensidad la querían, que apareció. Llegó a ellos, allí estaba, con su nombre presidiendo la entrada: “Bienvenido al mundo de Brigadoon”.